Vitaminas y Minerales

¿Cuál es la historia de las vitaminas? ¿Quién las descubrió?

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¡Hoy descubriremos la historia de las vitaminas!

Las vitaminas son moléculas esenciales para nuestro organismo. Sin ellas, no se podrían llevar a cabo muchos de los procesos que ocurren dentro de nuestro cuerpo y simplemente no sería posible continuar vivos. La historia de las vitaminas además, nos muestra cómo se identificaron y comprendieron estas moléculas a lo largo del tiempo, revelando su importancia crucial para la salud humana.

Son necesarias en pequeñas cantidades, por eso se las llama micronutrientes, y nuestro organismo no puede sintetizarlas (producirlas), por eso se las llama esenciales. La historia de las vitaminas también nos enseña cómo la ciencia ha progresado en la identificación de estas sustancias y su función en la nutrición y el metabolismo.

Existen 13 vitaminas: la vitamina A, las vitaminas del complejo B – B1, B2, B3, B5, B6, B7, B9, B12, la vitamina C, la vitamina D, la vitamina E, y la vitamina K, y algunas fuentes incluyen una decimocuarta, la colina. La historia de las vitaminas destaca la clasificación y el descubrimiento gradual de cada una de ellas, y cómo se han integrado en nuestra comprensión de la nutrición.

A lo largo de la historia de las vitaminas se ha ido descubriendo que estos micronutrientes tienen diversas funciones bioquímicas. La vitamina A actúa como regulador del crecimiento y diferenciación de células y tejidos. La vitamina D proporciona una función similar a la de una hormona, regulando el metabolismo mineral de los huesos y otros órganos. Las vitaminas del complejo B funcionan como coenzimas. Las vitaminas C y E funcionan como antioxidantes. La vitamina K es clave en la coagulación de la sangre. La historia de las vitaminas ilustra cómo cada una de estas funciones fue descubierta y cómo contribuyen al bienestar general del cuerpo humano.

A lo largo de la historia de las vitaminas, ¿cuándo y cómo surgieron los descubrimientos fundamentales?

Todas las vitaminas se descubrieron entre 1913 y 1948. La primera en descubrirse fue la vitamina A, y la última fue la vitamina B12.

Ya desde fines del 1700, se sabía que las frutas cítricas ayudaban a evitar enfermedades como el escorbuto, una enfermedad mortal que provoca mala cicatrización de las heridas, sangrado de las encías, dolor intenso, y la muerte. Lo que no se sabía entonces, era que el motivo de que los cítricos ayudaran a prevenir el escorbuto era su contenido de vitamina C.

Casos similares se daban con otros alimentos, que eran utilizados por su efecto preventivo de enfermedades como el beriberi (alteraciones cardíacas y neurológicas por falta de vitamina B1) y el raquitismo (reblandecimiento y debilitamiento de los huesos por falta de vitamina D), pero sin saber que era por su contenido vitamínico.

En 1910, el científico japonés Umetaro Suzuki aisló el primer complejo vitamínico, y publicó su descubrimiento en una revista científica japonesa. Al traducirse el artículo a otras lenguas no se indicó que se trataba de un descubrimiento, y por lo tanto no logró generar interés.

En 1912, el bioquímico polaco Casimir Funk, aisló en Londres el mismo complejo de micronutrientes y propuso que se llamara «vitamina» (del latín, “vita” por vida, y “amina” por ser sustancias que contienen amoníaco). Luego se demostró que no todas las vitaminas son aminas, pero la palabra ya era omnipresente y se continuó con su uso generalizado.

La historia de las vitaminas se consolidó en 1913, cuando la bioquímica estadounidense Marguerite Davis (a quién mostramos en la foto principal de este artículo sobre la historia de las vitaminas), junto a Elmer Verner McCollum, descubrió la primera vitamina, la A: entendieron para qué servía, la identificaron, aislaron y abrieron el camino para toda la investigación que vino detrás.

La última de las 13 vitaminas en descubrirse fue la vitamina B12, aislada en 1948, gracias a los aportes de la inmunóloga estadounidense Mary Shaw Shorb, el bioquímico estadounidense Karl Folkers, y del químico inglés Alexander Robert Todd.

Hubo muchos premios Nobel relacionados con las vitaminas, dado su enorme aporte a la medicina y al impacto positivo en la salud de las personas.

El Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1929 fue otorgado a Christiaan Eijkman (médico holandés) y Frederick Gowland Hopkins (bioquímico inglés) por sus contribuciones al descubrimiento de las vitaminas y generando así un desarrollo dentro de la historia de las vitaminas.

En 1937, Paul Karrer (químico suizo) y Norman Haworth (químico británico) recibieron el Premio Nobel de Química por sus investigaciones sobre los carotenoides, las flavinas y las vitaminas A y B2.

En 1937, Albert Szent-Györgyi (fisiólogo húngaro) recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por descubrir la vitamina C.

En 1943, Edward Adelbert Doisy (bioquímico estadounidense) y Henrik Dam (bioquímico y fisiólogo danés) recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su descubrimiento de la vitamina K y su estructura química.

En 1938, Richard Kuhn (químico austríaco) recibió el Premio Nobel de Química por su trabajo sobre los carotenoides y las vitaminas, específicamente las vitaminas B2 y B6.

Además, otras 5 personas han recibido premios Nobel por estudios directos e indirectos sobre la vitamina B12: 3 médicos estadounidenses en 1934, George Whipple, George Minot y William P. Murphy, el químico escocés Alexander R. Todd en 1957, y la química inglesa Dorothy Hodgkin en 1964.

En 1967, los científicos estadounidenses George Wald y Haldan Keffer Hartline, junto al científico finlandés Ragnar Granit, recibieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por descubrir el papel que tenía la vitamina A en los procesos fisiológicos del ojo.

¿Por qué las vitaminas están nombradas con letras? ¿Y por qué faltan algunas letras?

A lo largo de la historia de las vitaminas, se fueron descubriendo estos compuestos orgánicos que eran esenciales para la vida, pero no se sabía sobre su composición química. Por esta razón, se les asignó las letras del alfabeto para facilitar su identificación.

Las primeras vitaminas que se descubrieron dentro de la historia de las vitaminas, fueron la A, la B y la C.  Luego vinieron las D y la E, pero cuando tocó el turno de la F, se la llamó vitamina K, por ser esencial para la coagulación de la sangre (conocida como Koagulation). Este es el motivo de que no haya vitaminas F, G, H, I, y J.

¿Por qué incorporar un suplemento vitamínico a nuestra dieta habitual?

La realidad es que por más que nos alimentemos bien, hoy en día es muy difícil conseguir incorporar todos estos micronutrientes, en las cantidades necesarias, por medio de nuestra dieta habitual.

Los alimentos industrializados, las largas cadenas de frío, la falta de variedad, y muchos otros factores afectan el valor nutricional de nuestras dietas modernas e incorporar un suplemento puede ser de gran ayuda.

Los suplementos, si están bien diseñados en su composición para un objetivo concreto, y están hechos con ingredientes de calidad comprobada, pueden ser muy útiles para complementar nuestros esfuerzos nutricionales, y ayudarnos a mejorar aspectos concretos de nuestra vida y salud.

Si decides utilizar suplementos, te aconsejamos que empieces por preguntarte qué aspectos concretos quieres mejorar… por ejemplo, ¿te sientes con poca energía?, ¿no descansas bien?, ¿te consume el estrés?, ¿te enfermas demasiado? Estos y muchos otros son buenos objetivos y hay soluciones concretas para ayudarte con todos ellos.

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En conclusión, la historia de las vitaminas es un fascinante relato de descubrimiento y comprensión científica que ha transformado radicalmente nuestra comprensión de la nutrición y la salud humana. A través de la historia de las vitaminas, hemos aprendido a apreciar su importancia crucial en el mantenimiento de una vida saludable y a reconocer la importancia de una dieta equilibrada y variada para garantizar su ingesta adecuada.

Referencias:

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